You and Me / Fritz Lang / 1938

Una película como «You and Me» sería vilipendiada a día de hoy, principalmente por sus personajes. Son demasiado buenos, razonables e intentan hacer lo correcto (aunque a veces se equivoquen, son humanos al fin y al cabo). En el panorama actual gustan personajes egoístas,  «malvados» o despreciables (esos para los que se piden Oscars y premios diversos, vete tú a saber por qué o con que argumentos). Además, esta pequeña gran película del maestro alemán Fritz Lang (1890-­1976) tiene el «defecto» de la ligereza, el entretenimiento sin la pretensión de hacer una gran obra quedando relegada a a la calificacion de «obra menor», «banal» o «anécdótica», seguramente por haber sido poco vista o directamente obviada por muchos (supongo que lo «objetivo» es alabar «Fury» (1936) o «You Only Live Once» (1937) por nombre otros filmes suyos de esa década, pero como no soy mesa, silla, ni objeto alguno, seguiré en mis trece).

Ingenua y simpática (adjetivos aquí totalmente positivos), esta magnífica «You and Me» comienza como una comedia romántica (o como un drama romántico ligero) para derivar (o casi) hacía un filme de cine negro o gangsteril que se sospecha, va a terminar mal. Ahí radica su originalidad y encanto. Eso es «You and Me», una pelicula encantadora. Como encantadora (y muy guapa) es Helen (interpretada por Sylvia Sidney); no sorprende para nada que Joe (encarnado por un sobrio y poco gestual George Raft) se enamore de ella rápidamente. Son dos ex­convictos reintegrados en sociedad, que no pretenden más que tener una vida normal (aunque ella lo oculta en un primer momento) trabajando en unos grandes almacenes. Pero a Joe, un ex­gangster muy querido en su entorno, le acaba pudiendo la nostalgia, el cariño de sus comunes en su pasado y, en un momento dado, comete un error que pudiera llevarlo de nuevo a la cárcel: espoleado por la mentira de Helen, se reúne con sus antiguos compañeros y planea un atraco al lugar dónde él trabaja. Situación que se resuelve de la manera más sorprendente: enterada de este plan, Helen los espera junto a la policía y al encargado del negocio pero, en lugar de entregárlos, les explica (en una preciosa escena didáctica, como si de una clase en un colegio se tratara) que el crimen no compensa a efectos económicos. Toda ésta escena está rodada con absoluta sencillez, sin subrayar nada, sin caer en lo ridículo, y con un cariño hacia sus personajes fuera de lo común. La película no podría acabar de otra manera que no fuera la boda (no sin algunos problemas previos) entre Helen y Joe (curiosamente alentada por los gángsters, que ayudan en todo lo que pueden). Demasiado «buenismo» para la época en la que vivimos, me temo.

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